Lo que para algunos nos resulta asqueroso, para otros es sabroso.

08.05.2013 12:20

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Juana Silva, Comunicadora Social.

No mucha gente sabe que un gran porcentaje de la población mundial come insectos, algo que en sociedades "avanzadas" resulta inimaginable.

Pero lo que tambien desconocen son  las bondades alimenticias de estas criaturas e instintintivamente las rechazan.

Pues bien, al crecer la población del planeta y con ella el hambre y la demanda de alimentos, hay una tendencia a incluir a los insectos como parte de la dieta.

En los países del lejano oriente existe una amplia variedad de insectos como alimento, entre ellos saltamontes, escarabajos, hormigas, grillos, chicharras o larvas de libélulas o de abeja, que no dudan en asar, marinar, agregar o combinar con otros alimentos base, como el arroz. La costumbre insectívora es compartida por otros muchos pueblos, desde Australia, donde los aborígenes tienen entre sus comidas preferidas las orugas de una polilla gigante, hasta el Nuevo Mundo, donde el consumo de insectos estuvo muy extendido entre las culturas indígenas y los primeros colonizadores, en cuyas dietas diarias no faltaban los saltamontes, los grillos, las larvas o las polillas. 

 

Tanto en México como en América Central y Sudamérica sigue existiendo una tradición culinaria que abarca un amplio abanico de insectos, que van desde los escarabajos, las hormigas «culonas» o los chinches, hasta los gusanos rojos y blancos, y los populares «chapulines» (una especie de saltamontes). Sin embargo, en otras zonas del planeta, la ausencia de escrúpulos frente a los insectos se ha constituido como la base de su supervivencia. Así, en Ghana, los nativos se alimentan de las termitas aladas, que comen fritas o asadas, y molidas para formar una nutritiva harina, que les aportan proteínas, grasa y aceites, evitándoles la desnutrición.